El banco y el mirador

Los miradores son lugares a los que se llega cuando se disfruta de algo de tiempo libre. O, al menos, cuando estamos frente a ellos, siempre acabamos por detenernos, dejándonos someter a su efecto hipnotizador. Miramos con interés, imaginamos y meditamos. Las dos imágenes que aquí contemplamos pudieran parecernos la de dos miradores, porque simplemente disfrutan de vistas sobre Barcelona y el mar. Pero, observemos con atención, hablamos de dos espacios bien distintos. Una explanada es más bien un lugar de encuentro, un mirador, por contra, es un lugar en el que tan sólo dos se requieren: observador y paisaje. El Mirador del Alcalde se conforma como un recodo en el camino. Sus dimensiones tienen más que ver con el abultamiento puntual del ancho de los caminos que recorren el parque. Es probable que pudiéramos encontrar en el Park Güell algún tramo más análogo con la forma y dimensiones del Mirador del Alcalde. El lugar desde donde está tomada la fotografía, por ejemplo, bien pudiera parecerse más al Mirador del Alcalde que el conjunto de la explanada que se nos muestra en la imagen. Si superpusiéramos la explanada del Park Güell sobre el parque del Mirador del Alcalde no estaríamos muy lejos de cubrir toda su extensión.

Esta diferencia en la naturaleza de los espacios da razón de la distinta configuración del mobiliario. En el caso del Mirador del Alcalde, los bancos no se encuentran en el borde exterior sino en los márgenes interiores. Se colocan de la misma forma en que los encontramos a lo largo del parque: en mitad de los caminos. El banco del Park Güell, sin embargo, se encuentra en el borde exterior de la explanada. Allí donde encontramos una barandilla en el parque del Mirador del Alcalde, aquí tenemos un banco corrido y serpenteante. El banco se encuentra sobre la parte saliente de la explanada. Esta parte no es ningún terraplenado o allanado, sino una construcción hueca que alarga y orienta sobre el eje mar-montaña toda la extensión de la explanada. La alternancia de módulos cóncavos y convexos a lo largo del banco crea unos ámbitos menores que invitan más al diálogo que a la contemplación del paisaje. Los bancos se orientan hacia adentro, hacia la explanada, todo lo contrario que los del parque del Mirador del Alcalde. Sus respaldos opacos, además de proporcionar una sección ergonómica inmejorable, se ocupan de coronar la fachada del edificio de columnas proyectado bajo sus pies. En el parque del Mirador del Alcalde, los bancos están orientados al mar, pero el mirador, como tal, no es un lugar desde el que contemplemos la ciudad o el mar sentados. Lo hacemos de pie, próximos a precipicio, como en un alto en el camino. Con la absoluta libertad para girar sobre nosotros mismos y dirigir la mirada en la dirección deseada. Esa libertad de movimientos, por contra, la vemos algo más coaccionada en el banco ondulante del Park Güell, o miramos al que tenemos en frente o miramos hacia la explanada. En el Park Güell no necesitamos barandilla porque el banco define el límite, en el parque del Mirador del Alcalde, la barandilla es de lo más corriente, se trata de un entramado de perfiles tubulares que contrasta con el banco del Park Güell por su alto grado de transparencia, acerca el mar al parque, a la vez que minimiza la intervención sobre un paisaje predominantemente natural.

En ambos casos el paisaje abierto es un espléndido de telón de fondo, aunque la dimensión del escenario y su aproximación al paisaje sea muy distinta en cada uno de ellos. Existe, sin embargo, otro rasgo que entronca ambos proyectos de manera indiscutible: la utilización del 'trencadís' como revestimiento, con la actitud implícita de reciclaje y aprovechamiento de material sobrante que eso implica. En ambos casos, además, el revestimiento se hace sobre el objeto “estrella” de la intervención: en uno sobre el pavimento del camino y su abultamineto como recodo para ser mirador, en el otro sobre el banco al que todos iremos a sentarnos si alguna vez llegamos hasta la conocida
explanada del Park Güell.